Un día decidí:
Ya no voy a ser parte de una mentalidad colectiva que no me pertenece.
En varias ocasiones, me han escrito comentarios para provocarme, intentando hacerme parte de posiciones políticas o culturales respecto a una situación.
Al principio mi espíritu diplomático y justiciero invitaba a abrir el diálogo sin importar las condiciones.
Hoy comprendo que ciertos límites sí son necesarios.
Y el primero es definir cómo funcionan las cosas en mi mundo y qué es admisible, o no, en él.
Pienso que este manifiesto personal es imprescindible de realizar para una verdadera liberación, ya que la libertad última es la de elegir quién queremos ser, despojándonos de los condicionamientos impuestos.
Es un potente ejercicio que invito a hacer en mis terapias y mentorías: una vez que identificaste las máscaras que creaste en tu propia historia (que te mantuvieron usando una personalidad compensatoria), puedes elegir sacártela para quedar desnud@ ante tu verdad personal.
Es simple y radical: si me asumo como creadora de mi realidad, soy yo quien elegirá lo que atrae y sucede en mi propio campo. Y -guess what- muchas veces atraemos situaciones para aprender a decirles No.
Esta firmeza nacida del amor es saludable y muy necesaria para cultivar relaciones seguras, nutritivas, estables y expansivas. Si no ponemos límites para construir fortaleza e inteligencia emocional, perpetuaremos los mismos traumas en nuestros vínculos.
En mi mundo, no entro en conflictos políticos ni delirios personales de otros.
En mi mundo, no cargo con el resentimiento nacido de sus propias creencias.
En mi mundo, no asumo como míos los conflictos morales que otros tengan con el dinero, el sexo o la espiritualidad.
No me hago cargo de las creencias heridas de los demás. Y esto no me hace egoísta ni insensible.
Yo transformo en mí lo que quiero ver en el mundo.
Soy valientemente vulnerable como abrir para mí misma una realidad que quiero mostrar a otros que es posible. Yo enseño a las personas a curar sus propias heridas tomando responsabilidad sagrada por ellas.
Cargar con limitantes ajenas intentando compensar o disminuir mi propio comportamiento, solo le resta madurez a la vida y le quito la oportunidad a otro de hacer su propia alquimia hacia una liberación personal.
Sí puedo vivir mi Dharma y ponerme al servicio de maneras en que sí puedo ser útil, en lugar de pegarme con una piedra en el pecho por lo que no puedo hacer.
No, no puedo resolver toda la injusticia social.
Sí puedo sostener una íntima empatía con el dolor del mundo y darle lo que mi corazón mejor sabe dar.
Contribuir con contenido gratuito y experiencias, donar dinero, colaborar y apoyar causas, empoderar a la gente en su Propósito, entrenar a las personas a atravesar su miedo y gozar de su belleza.
Sí puedo usar mi “privilegio” para extender la mano a quienes quieren salir del pantano, permanecer disponible para recibirlos en el humilde hogar de mi corazón y usar mi creatividad para servir de formas inteligentes a la Vida.
Elegir el Amor es la acción más poderosa que existe.
Eres lo que das.
Invita a las personas a tu paz y a tu Dharma.
Te abrazo.
Gracias por tu Vida.