Sé que puedo confiar en un hombre cuando puedo entrar en su corazón.
Cuando me deja sostenerlo a él.
Cuando se permite ser sostenido y ser vulnerable.
Al contrario, un hombre que no suelta la armadura está a la defensiva, quiere tener el control y no es capaz de dejarse llevar.
Recuerdo algunos hombres con los que he estado que han tenido un comportamiento similar: Al momento de conectar más profundo con la mirada, de besarnos desde el corazón, su cuerpo se contraía y su corazón se cerraba.
Hombres que temen abrir su corazón y dejarse penetrar en él han vivido traumas emocionales que muchas veces no reconocen.
Se esconden tras la fachada del macho que se maneja con éxito en todo o del audaz, que se sabe todo tipo de estrategias para convencer o controlar.
Estos hombres tienen un femenino interior inmaduro, muy posiblemente asociado a la herida con la madre.
Fueron manipulados o invadidos en su masculinidad, por tanto, hoy sienten que necesitan tener el control (sin darse cuenta que es del mismo modo en que lo hicieron con ellos). Se guían por lo externo, por la imagen, porque aprendieron a que es más importante la apariencia sobre el afecto.
Estos hombres necesitan aprender a confiar.
Usualmente buscan parejas inseguras, cambiantes o poco enraizadas porque les permite llevar el control.
Cuando conocen a una persona segura, directa y de una línea, se desarman, se insegurizan y huyen, porque les espejea esa claridad y confianza que ellos mismos no han logrado cuajar y que encubren con control.
Están lejos de ser malas personas por ello. Ellos existen en todos nosotros. Son hombres en proceso de evolución redefiniendo su relación con el femenino, dentro y fuera de sí mismos.
No necesitan ser rescatados, sino escuchados y tocados con la claridad del trueno intuitivo del oráculo femenino. Necesitan saber que mentir no sirve, que esconder no los salva, y que haciéndose cargo de sí mismos, tienen el verdadero poder que buscan.