Siento que fuimos engañados respecto al placer real.
Nos contaron que estaba en las tentaciones, en lo prohibido, en el seno de la culpa, o en lo pasajero y superficial.
Fuimos educados para sentir culpa por lo que nos hace sentir vivos: el divino placer, la exquisita dicha de hacer el amor con la vida.
Así aprendimos a disociarnos de aquello que nos expande y nos hace sentir cobijados, seguros y amados.
La tragedia occidental ha sido que nos enseñaron a genitalizar el placer. Entonces nos dijeron: culpa por tocarlos, por compartirlos.
O aprendimos a asociar el placer a un estímulo externo: comida, drogas, s3xo.
Esto es solo un proceso de estimulación externa para un placer temporal. Apenas te lo quitan, otra vez te encuentras con un vacío que no sabes habitar.
Así aprendimos a responsabilizar a otros por nuestro placer. Alguien que nos dé el s3xo o el amor que sentimos que nos falta.
Y entonces entramos en relaciones para compensar un vacío que no ha sido habitado.
El placer sostenible, divino, comienza cuando habitas el vacío y te estimulas desde adentro hacia afuera. Cuando lo llenas de presencia, con tu consciencia y tu energía, reconoces el placer de vivir.
El placer para el que tu cuerpo viene diseñado es una biología que se teje al espíritu: tu parte animal con tu parte divina.
El placer de ser humano es el corazón de este encuentro y reside en tu intimidad con la vida, cuando le haces el amor a la existencia, gozas de llenarte de cosmos y expandirte desde ahí.
Esto solo puedes hallarlo en tu experiencia. Vivirlo en carne propia.
La s3xualidad consciente nos conecta con nuestra inocencia erótica, nuestro bienestar, nuestra vitalidad, y nos lleva de vuelta a nuestro espíritu.
Desde aquí, verdaderamente “hacemos el Amor” en la Tierra.
Art: @fatihgozenc